El smartphone se ha convertido en un parásito para los seres humanos. Lo dice la evolución
Usamos los teléfonos móviles para todo. Se ha vuelto casi imposible vivir sin ellos

Recuerdo la sensación de tener en la mano mi primer teléfono móvil inteligente como si fuera ayer. Era un HTC Wildfire, desarrollado por la compañía homónima HTC y lanzado al mercado en 2010. Para la época ya se notaba un poco lento; al fin y al cabo, era un dispositivo de gama de entrada. No obstante, disfruté de sus 384 MB de RAM y pantalla táctil TFT de 3,2 pulgadas como nunca. Navegar por Internet, scrollear por Twitter y ver vídeos en YouTube se sentía muy cómodo, casi futurista.
Desde entonces, mis dedos han tocado las pantallas de unos cuantos smartphones. Conforme fueron volviéndose más potentes y sus pantallas más grandes, los utilizaba más y más. Había días que no tocaba mi ordenador o tableta por «pereza», ya que tenía en el bolsillo un dispositivo con todo mi mundo digital.
Sin darme cuenta, el teléfono móvil inteligente se había convertido en una extensión de mi mano. Lo consultaba varias veces cada hora, incluso sabiendo que no había recibido una notificación importante o una llamada. No llevarlo encima me generaba ansiedad y hasta pánico por sentirme incomunicado, «desnudo». El smartphone se había vuelto en un nuevo parásito del siglo XXI.
De una asociación entre humanos y teléfonos útil al principio a una relación parasitaria
Un nuevo artículo publicado en Australasian Journal of Philosophy sostiene que los teléfonos móviles inteligentes plantean riesgos sociales únicos visibles cuando se los analiza a través de la lente del parasitismo. Pero ¿qué es un parásito? Los biólogos evolucionistas lo definen como una especie que se beneficia de una relación estrecha con otra especie, su huésped, mientras que este soporta un coste.
Los smartphones han cambiado la manera en la que interactuamos con el mundo. Los utilizamos para todo: desde como navegadores GPS hasta cámaras fotográficas, pasando por dispositivos de control médico. Ha llegado un punto en el que rara vez podemos vivir sin ellos. Y en lugar de ser nuestros ayudantes nos hemos convertido en sus esclavos.
A nivel global, se estima que las personas destinan casi cuatro horas de su tiempo al día a navegar por Internet desde el móvil. En España, la media del año 2023 rondó las 3 horas 38 minutos a 3 horas 64 minutos, dependiendo del portal de estadísticas que se consulte. En el caso de los niños y adolescentes, la cifra supera las 4 horas diarias pegadas a pantallas, lo que acaba afectando al sueño, la concentración y el desarrollo emocional.
Al principio, la asociación entre humanos y teléfonos móviles inteligentes comenzó como un mutualismo: la tecnología resultaba útil para que los humanos mantuvieran el contacto y encontraran información útil. Pero esa asociación se ha vuelto parasitaria con el paso del tiempo. No es un cambio infrecuente en la naturaleza.
Las aplicaciones más populares para smartphones están diseñadas para impulsar nuestro comportamiento y hacer que las usemos más y más. Recopilan nuestros datos para fomentar dicha explotación, adaptarse y captar mejor nuestra atención. Ver esta relación como la de un parásito y su huésped puede ayudar a cobrar conciencia del problema y abordarlo para encontrar una solución.