Estas dos bacterias podrían ser claves para que el ser humano colonice Marte

Un equipo internacional de científicos propone usar una pareja de microbios para convertir el polvo marciano en el material de construcción de los primeros asentamientos humanos en el planeta rojo

Estas dos bacterias podrían ser claves para que el ser humano colonice Marte
Recreación de un astronauta habitando el planeta rojo
Publicado en Ciencia

Puede que el primer edificio en Marte no lo construya un astronauta ni un brazo robótico, sino una comunidad de bacterias. Esa es la idea que explora la investigadora Shiva Khoshtinat, del Politécnico de Milán, en un trabajo publicado en la revista científica Frontiers in Microbiology. Su propuesta suena a ciencia ficción, pero es completamente real: utilizar la capacidad de algunos microorganismos para transformar el suelo en piedra sin necesidad de hornos ni cemento convencional.

Así podría levantarse la primera casa en Marte

Como comprenderás, este es un enorme desafío. Marte tiene una atmósfera muy fina, presiones inferiores al 1 % de las de la Tierra, temperaturas que pueden caer hasta los -90 °C y una radiación que sería brutal para cualquier estructura desprotegida. Está descartado enviar desde aquí toneladas de hormigón o acero, por ser económicamente y logísticamente inviable. Por lo tanto, la única salida lógica sería aprender a construir con lo que ya hay allí: el llamado regolito marciano.

En este caso, la idea clave sería usar los recursos del lugar, en lugar de depender de suministros constantes desde la Tierra. Y se le puede dar un interesantísimo giro biológico. En lugar de limitarse a procesos mecánicos, los investigadores se han fijado en los mismos organismos que, en la Tierra, han levantado arrecifes, cuevas y depósitos minerales durante miles de millones de años. Este es un proceso que se denomina biomineralización.

En nuestro planeta ocurre cuando bacterias, hongos o microalgas generan minerales como parte de su metabolismo. Una de sus variantes sería la conocida como biocementación, que permite que ciertos microbios produzcan compuestos similares a un cemento natural, como el carbonato cálcico, a temperatura ambiente. El resultado es que el regolito marciano podría compactarse y endurecerse hasta parecerse a una piedra artificial.

Y sabemos, según el comunicado publicado en el portal Scimex, que los científicos trabajan con una pareja de microorganismos que funcionan muy bien juntos. Por un lado, tenemos a la Sporosarcina pasteurii, una bacteria conocida por su capacidad para generar carbonato cálcico mediante la descomposición de urea. Por otro, una cianobacteria famosa por su resistencia a entornos extremos, la Chroococcidiopsis, y por sobrevivir incluso a condiciones similares a la superficie de Marte.

Pero, ¿cómo es ese trabajo conjunto? La cianobacteria produce oxígeno, mejora el microentorno y genera sustancias externas que protegen a Sporosarcina de la radiación ultravioleta. A cambio, esta última produce sustancias naturales que hacen que los minerales crezcan y que el polvo marciano se apelmace hasta quedar tan duro como una piedra. El resultado sería una masa que serviría como material para impresoras 3D capaces de construir estructuras.

Sin embargo, no te creas que la investigación únicamente desvela cómo fabricar paredes. También se sabe que la cianobacteria puede servir para generar oxígeno dentro de una futura base marciana. Además, el amoniaco que produce la otra bacteria podría aprovecharse para cultivar plantas o para ayudar a que Marte sea un poco más habitable.

Aun así, queda muchísimo por hacer. Las primeras bases no llegarán antes de 2040 y la misión que debería traer regolito de Marte sigue retrasándose, así que por ahora los científicos solo pueden probar estas ideas con imitaciones y ver cómo reaccionan las bacterias a la gravedad y la radiación del planeta.

La robótica también tiene un reto: lograr que la impresión 3D funcione sola en un planeta con otra gravedad y un polvo muy complicado. Sin embargo, no me digas que resulta emocionante pensar que los primeros cimientos marcianos no los ponga un astronauta, sino una impresora llena de bacterias trabajando en silencio, borrando la línea que separa la biología de la arquitectura.

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