Los "bosques fantasmas" cada vez son más y todo se debe al agua salada del mar

Nuevos ecosistemas parecen surgir para combatir el cambio climático

Los "bosques fantasmas" cada vez son más y todo se debe al agua salada del mar
Imagen de archivo de una espectacular marisma
Publicado en Ciencia

Tenemos que viajar a la bahía de Chesapeake, en la costa este de Estados Unidos, para toparnos con un espectáculo inquietante: troncos desnudos de árboles, como si serían los huesos de seres ancestrales, sobresalen del suelo en antigua áreas boscosas. Estamos ante los denominados bosques fantasmas, restos de cedros y pinos que han sucumbido, tras décadas de lucha, a un enemigo invisible pero letal: el avance del agua salada.

La conversión de bosque a marisma

Estos cementerios de árboles no son un fenómeno aislado. Ya desde finales del siglo XIX, cientos de miles de hectáreas de bosque han ido muriendo en las zonas costeras del océano Atlántico y en algunas áreas del Pacífico. ¿La causa principal? La subida del nivel del mar. El agua salada se va infiltrando, como si fuese un intruso sigiloso, en los suelos y mata a aquellos árboles que no pueden sobrevivir sin agua dulce.

Sin embargo, tal y como se explica en el artículo publicado en la revista científica Annual Review of Marine Science, no es una completa tragedia. Seguro que has oído alguna vez la expresión de que la naturaleza siempre se abre paso, y es que, en esta ocasión, donde caen los árboles también aparecen nuevos ecosistemas. Es aquí donde empiezan a surgir las marismas.

Hablamos de hábitats de plantas salinas y suelos fangosos, que cumplen funciones tan esenciales como amortiguar las tormentas, proteger el interior del continente y almacenar dióxido de carbono, con lo que permiten luchar contra el cambio climático. Keryn Gedan, bióloga de la Universidad George Washington y una de las autoras del artículo, asegura en el medio Knowable Magazine que "la transición de bosque a marisma no es necesariamente una catástrofe".

Los científicos aseguran que bosques y marismas han ido modificando el terreno a lo largo de la historia, a medida que se iban produciendo cambios en los niveles del mar. Respecto a las marismas, hablamos de ecosistemas que acogen una gran variedad de plantas y de animales, como gorriones, cangrejos o mejillones, y que, además, son capaces de almacenar mucho más dióxido de carbono que algunos de los bosques a los que reemplazan.

Eso sí, no siempre tenemos un final feliz, dado que algunos bosques no consiguen dar el paso y acaban transformándose en áreas con lodo estéril o con especies invasoras como el Phragmites, un tipo de caña que coloniza el terreno y que desplaza plantas autóctonas, reduciendo la calidad del hábitat para la fauna local. Además, muchos bosques reemplazados se convierten en ecosistemas que no almacenan apenas dióxido de carbono.

Para evitar que suceda esta última transformación, los científicos tienen claro que hay que atajar el cambio climático y, por tanto, la subida del nivel del mar. Tal y como asegura la ecóloga forestal Stephanie Stotts, el proceso de la muerte de un bosque puede extenderse décadas, con lo que esos paisajes fantasmagóricos son solo el principio de un cambio más profundo, que puede haber empezado a suceder hace 50 años.

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