Los mosquitos se convierten en el enemigo público n.º 1: los científicos ya están intentando luchar contra ellos
La biotecnología abre una batalla global contra este insecto, uno de los animales más letales que encontramos en el planeta
 
 Ni el tiburón, ni el león, ni el cocodrilo: el animal más mortífero del mundo mide apenas unos milímetros y emite un conocido zumbido cuando estás intentando conciliar el sueño. El mosquito es responsable de más de 700.000 muertes humanas cada año, ya que una simple picadura basta para transmitir enfermedades de carácter mortal como la fiebre amarilla, la malaria, el dengue o la fiebre del Zika. Estamos ante un enemigo perfectamente adaptado y que cuenta con la ayuda de la crisis climática y de los cada vez menos eficaces insecticidas.
El enemigo público número uno del ser humano
Si piensas en otros seres vivos que nos hayan condicionado tanto a lo largo de la historia, pocos animales te vendrán a la cabeza. Por ejemplo, sabemos que la malaria nos acompaña desde los albores de los tiempos, llegando a condicionar la expansión de imperios y el asentamiento de civilizaciones. Según un excepcional trabajo de John Whitfield, publicado en la revista Nature, los mosquitos habrían causado entre 50.000 y 100.000 millones de muertes a lo largo del tiempo, lo que equivale a casi la mitad de todos los fallecimientos humanos desde que existimos.
Ahora, en pleno siglo XXI, aunque tenemos avances médicos que redujeron sus víctimas a mínimos históricos en el 2019, los casos han vuelto a crecer. Pero, ¿qué podemos hacer entonces? Parece que tenemos que recurrir a nuestro ingenio y a un elemento que les ha cogido por sorpresa: la biotecnología. El primer recurso a nuestro alcance es el conocido como impulso genético, que nos permite propagar genes específicos para que una población de mosquitos herede una mutación, como por ejemplo la esterilidad. Aquí, por cierto, entra en juego la herramienta CRISPR-Cas9.
La segunda arma tiene forma de bacteria, en concreto del género Wolbachia. Los científicos han conseguido introducirla con éxito en la especie Aedes aegypti, el mosquito que más enfermedades transmite, y su trabajo consiste en competir en el interior de las células del mosquito y bloquear la reproducción de los virus. Además, dado que es hereditaria, se extiende sin necesidad de intervención humana. Este método ha sido toda una revolución en ciudades de Australia, Indonesia o Brasil.
La tercera manera de combatir a los mosquitos es atacar al plasmodio. Este es un parásito unicelular y también el responsable de causar la malaria. Sería lo que el mosquito trasmite al ser humano, de su saliva a la sangre, y empieza a ser modificado por científicos para luchar contra su propagación. Por último, habría que mencionar proyectos como el de la empresa Oxitec, que modifica genéticamente machos para que transmitan un gen letal a su descendencia. En Brasil y Panamá, esta técnica redujo las poblaciones de Aedes aegypti en más del 80 %.
Es en este punto, con la liberación de organismos modificados al medioambiente, cuando la comunidad científica se plantea preguntas éticas como qué sucede si eliminamos a una especie entera o quién debe decidir qué organismos se erradican en nombre de la salud global. Puede que en el camino de proteger a nuestra especie, el ser humano se esté convirtiendo, tal y como menciona el señor Smith en The Matrix, en el mayor de los virus de este planeta.