Nueva Zelanda podría convertirse en Jurassic Park: hay planes para traer de vuelta estas aves similares a dinosaurios
Los moas eran grandes aves no voladoras que existieron en la isla de Nueva Zelanda. Desparecieron hace siglos debido a la caza intensiva a las que fueron sometidas por los humanos

En un mundo donde la sombra de la extinción planea sobre innumerables especies, la ciencia sigue buscando formas de revertir procesos que parecían definitivos. La pérdida de biodiversidad es una realidad constante, empujando a investigadores y conservacionistas a explorar vías cada vez más innovadoras para proteger el legado natural del planeta.
Los ecosistemas insulares, particularmente vulnerables a los cambios introducidos por el ser humano, han sido testigos de algunas de las desapariciones más rápidas y dramáticas. Lugares remotos, aislados durante milenios, desarrollaron formas de vida únicas que, sin defensas ante nuevas amenazas, sucumbieron en poco tiempo.
Ante este panorama, un campo científico emergente, a menudo rodeado de controversia, se atreve a plantear una pregunta audaz: ¿podríamos, con la tecnología actual, traer de vuelta especies perdidas? La respuesta a esta cuestión podría estar gestándose en un rincón remoto del Pacífico.
Un gigante con plumas podría regresar a Nueva Zelanda
Una iniciativa audaz está sobre la mesa, proponiendo la "resurrección" de una de las aves más icónicas y misteriosas de Nueva Zelanda: el moa. La empresa Colossal Biosciences, conocida por sus trabajos preliminares en la desextinción de mamuts lanudos y dodos –y cuyos esfuerzos con el lobo terrible han generado debate al ser interpretados por algunos como la creación de híbridos genéticamente modificados–, fija ahora su objetivo en este ambicioso proyecto de desextinción para las aves no voladoras gigantes que poblaron las islas hasta hace unos 600 años, según apuntan desde Discover Wildlife.
Hasta bien entrado el siglo XV, Nueva Zelanda fue el hogar de nueve especies de moas. Algunas de ellas alcanzaban tamaños colosales, superando los 3,5 metros de altura y pesando hasta 230 kilogramos, empequeñeciendo al avestruz actual. Estas majestuosas criaturas, que habitaron la región durante aproximadamente 4.000 años, desaparecieron tras la llegada de los primeros pobladores polinesios, víctimas de la caza y la pérdida de su hábitat natural.
NEW PROJECT: We’re working to bring back the South Island giant moa, one of the largest birds to walk the Earth. Gone for 600 years, its legacy still echoes. From ancient DNA to artificial eggs, this project could reshape the future of bird conservation. pic.twitter.com/t6V9YGdlkc
— Colossal Biosciences® (@colossal) July 9, 2025
El objetivo declarado de Colossal Biosciences es recrear las nueve especies de moa con la meta final de reintroducirlas en su entorno histórico. Para dar los primeros pasos en esta dirección, la empresa ha establecido una colaboración estratégica con el Centro de Investigación Ngāi Tahu de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda. El trabajo inicial se centra en la secuenciación de los genomas completos de todas las especies de moa utilizando material genético preservado en huesos.
La técnica a emplear para esta "resurrección" es similar a la propuesta para otros proyectos de desextinción aviar: modificar genéticamente el ADN de los familiares vivos más cercanos a los moas. Se barajan especies como los tinamúes de América Central y del Sur o incluso el emú australiano como posibles candidatos para albergar el genoma modificado. Se espera que la primera secuenciación de genomas esté completada para el verano de 2026.
El proyecto ha recibido un impulso económico considerable gracias a una inversión significativa de 15 millones de dólares provenientes del cineasta Peter Jackson y su socia Fran Walsh.
Sin embargo, la iniciativa no está exenta de desafíos, particularmente aquellos inherentes a la reproducción de aves, cuyos embriones se desarrollan dentro de huevos, lo que complica las técnicas de transferencia embrionaria comparadas con las de mamíferos. Además, la propuesta reaviva un intenso debate ético y de conservación sobre si estos recursos millonarios deberían destinarse a la desextinción en lugar de a la protección de especies actualmente amenazadas.