Un naufragio dejó a miles de patitos de goma nadando en el océano, y la ciencia ha sabido aprovecharlo

En 1992, tras un accidente marítimo, 29.000 patitos de goma cayeron al océano Pacífico. ¿Quién iba a decir que esto ayudaría a los investigadores?

Un naufragio dejó a miles de patitos de goma nadando en el océano, y la ciencia ha sabido aprovecharlo
Miles de patitos de agua cayeron al océano Pacífico en los años noventa. Imagen: Nuestro Clima
Publicado en Ciencia

Por lo general, un naufragio de un barco en mitad del océano equivale a una catástrofe medioambiental y, si encima se trata de un portacontenedores, el problema es todavía mucho mayor. Esto es justo lo que ocurrió en la historia que nos encantaría contarte en el día de hoy. ¿Cómo un accidente naviero pudo servir para conocer cómo funcionan las corrientes marinas? Para entender los descubrimientos que tuvieron hasta en una década más tarde al suceso, es fundamental hacer mención a los objetos que fueron clave en la investigación, los Friendly Floatees.

Los denominados Friendly Floatees son los clásicos patitos de goma de color amarillo que todos hemos visto alguna vez surcando las olas presentes en una bañera. Pues bien, ¿imaginas un total de 29.000 unidades de este juguete? Esto es justo lo que ocurrió. Al parecer, todos ellos viajaban en un contenedor. El barco tuvo algún que otro imprevisto y este medio de transporte terminó en el agua con la compuerta abierta. Pese a que iban bien protegidos con un plástico, este quedó dañado rápidamente por la fuerza del salitre.

Así, de este modo, terminaron liberándose casi 30.000 patitos de goma. Lo que parecía ser una auténtica catástrofe en el océano se convirtió en una especie de salvavidas para poder conocer más sobre las corrientes marinas. He aquí las claves de un estudio que duró más de 10 años y que terminó por premiar a las personas que encontraban una unidad con 100 euros de recompensa. Ahora bien, ¿por qué se convirtió en una alternativa diferencial en términos de estudio? Las propiedades del patito de goma cumplían con todo su cometido.

Los patitos de goma y su inesperada ayuda para informar sobre corrientes marinas

Los investigadores, rápidamente, entendieron que este suceso podría servir para obtener más información de relieve para pescadores. Por ello, comenzaron a hacer un seguimiento a los diferentes 'bancos' o agrupaciones de unidades que había por todo el océano Pacífico. El suceso tuvo lugar el 29 de enero de 1992 y, tras este episodio, pronto se formaron importantes ventanas con miles de unidades. Como es lógico, conforme fueron sucediéndose los días, los grupos fueron reduciéndose, pero aun así, se pudo establecer una guía sobre los vientos y corrientes.

Los oceanógrafos de Seattle Curtis, Ebbesmeyer y James Ingraham, pronto entendieron este accidente como una oportunidad para obtener información relevante. Tras algún que otro mes de travesía, se comenzó a divisar cómo los primeros patitos de plástico llegaron a las costas de Alaska. A estos efectos, es importante precisar que, al contrario de otros muchos modelos, estos no contenían agujeros por los que pudiera entrar el agua, por lo que su flotabilidad estaba garantizada. Además, únicamente se pudo observar una pérdida de la tonalidad amarilla.

El 16 de noviembre de aquel año, es decir, casi 10 meses más tarde, llegaron las primeras unidades al lugar mencionado anteriormente. Esto son más de 36.000 kilómetros de distancia del lugar en que ocurrió el accidente. A partir de aquí, se establecieron modelos que permitían predecir aquellos lugares en los que habría más cantidad de unidades. Para ello, de acuerdo con la información de Wikipedia, se usaron las medidas de presión atmosférica presentes desde 1967. A lo largo de los sucesivos años, se pudo establecer patrones que, posteriormente, confirmaban la presencia de más y más unidades.

Ya en el año 2003, con un continuo descenso de unidades por pura lógica, la empresa The First Years Inc. comenzó a retribuir con 100 dólares a las personas que pusiesen en manos de la firma nuevas unidades divisadas. De hecho, debido a la popularidad que alcanzó este producto, se han llegado a pagar 1.000 dólares por algún que otro patito navegante. SEAT, el fabricante español de automóviles, se inspiró en esta peculiar historia para promocionar el poco exitoso Toledo en la primera década de este siglo.

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