La insensibilidad que la tecnología nos ha traído

En algunas ocasiones, sería conveniente abandonar cualquier tipo de dispositivo electrónico para favorecer la interacción humana.

La insensibilidad que la tecnología nos ha traído
Uno de los dispositivos remotos que utilizan los doctores en Estados Unidos. ABC

Seguramente muchos de vosotros hayáis pasado, durante los primeros meses de este año, algún día dentro de un hospital. O bien porque os han tenido que ingresar o bien porque teníais algún familiar que necesitaba de cirugía o cualquier otro tratamiento, es casi inevitable tener que visitarlos. La tecnología ha avanzado tanto en las últimas décadas, que la medicina ha podido dar un salto adelante como nunca habíamos visto. Sin embargo, el trato humano, por mucho que nos pese, sigue siendo cuestión de empatía. Eso no puede ser sustituido por ningún tipo de máquina y si no que se lo pregunten a los familiares de Ernest Quintana.

Un doctor con poca humanidad

La noticia que vas a leer a continuación es simplemente el reflejo de cómo muchas personas tienen amplios conocimientos en ciertas materias, pero carecen del menor interés por sus propios semejantes. En la noticia que hemos podido leer en el medio de comunicación BBC, hemos conocido que Ernest Quintana, un paciente de 78 años y que padecía problemas respiratorios, tuvo la mala suerte de toparse con un médico que podríamos denominar como poco humanitario. En un estado de salud crítico, el señor Quintana tuvo que recibir la noticia de que sus pulmones iban a fallar de un momento a otro a través de una fría pantalla.

La tecnología debería unir y no fomentar la deshumanización de una profesión como la medicina

El médico comunicó la noticia, sin la presencia de la mujer de Ernest, a través de un robot con una pantalla, que permitía transmitir la imagen del mismo, dando a conocer que su vida acabaría en pocos días. La insensibilidad mostrada por el médico queda reflejada en las declaraciones de la familia del, posteriormente, fallecido. Su nieta declaró que:

Miré y había un robot en la puerta. El doctor parecía estar en una silla en una habitación cualquiera. Lo siguiente que supe es que le decía a mi abuelo que tenía los resultados y que sus pulmones ya estaban a punto de fallar. No se podía hacer nada. Estaba fuera de mí por dentro, intentando no llorar. Intentaba no gritar. Recibió la peor noticia de su vida sin su mujer desde hace 58 años.

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