Robots nacidos del celuloide

Si la ciencia ficción nos maravilla, es, entre otras cosas, por su capacidad de inventar tecnologías fuera de la privilegiada mente de sus creadores.

Robots nacidos del celuloide

El mundo de la tecnología está íntimamente relacionado con el séptimo arte. Está claro que éste nació como una tecnología revolucionaria hace más de un siglo y que ha ido evolucionando, tanto en grabación como en reproducción, a lo largo de las décadas. En el artículo de hoy quiero compartir mi amor por la ciencia ficción y quiero hablarte de mis robots favoritos del mundo del cine.

Robots diabólicos o, al menos, algo malévolos

Sin duda alguna, la humanidad intenta crear estas máquinas, al menos en la ficción, para que le ayuden con sus tareas más básicas y hagan las veces de humano en trabajos más monótonos y pesados. Y como la inteligencia artificial siempre desarrolla un lado oscuro, es de esperar que muchos de ellos acaben revelándose contra sus creadores. Uno de los ejemplos perfectos es HAL 9000, el pérfido robot e inteligencia que habita en la nave espacial de 2001: Una odisea del espacio. Si no conoces sus andadas, únicamente decirte que Los Simpson le pusieron voz de Pierce Brosnan y resultaba más aterrador.

Muchos son los ejemplos de máquinas volviéndose contra nosotros

A pesar de que en Terminator, el androide encarnado por Arnold Schwarzenegger, empezó siendo un malvado aniquilador de humanos, la saga le ha ido otorgando una bondad que, con esa maravillosa escena final de su segunda parte, nos hace creer que las máquinas pueden albergar buenos sentimientos. No como buena parte de los Decepticons, el grupo que traía de cabeza a los bonachones protagonistas de Transformers, y que encabezado por Megatron querían sembrar el caos en la Tierra, tal y como habían hecho en su planeta natal: Cybertron.

El mal se puede combatir con ayuda de estos personajes

Evidentemente, mucha parte de mi generación, allá por finales del siglo pasado, recordamos películas donde sus protagonistas buscaban un final con moraleja feliz. Entre los robots que más me marcaron por aquellos entonces se encontraba Cortocircuito, una máquina creada como arma de guerra, pero que acabó siendo transformada, por azar, en un simpatiquísmo amigo tecnológico. Y también podríamos decir lo mismo del moderno Wall-E, un personaje que emocionó al mundo entero en el mejor inicio de una película de animación moderna.

Los robots también pueden ser entrañables

En películas que pueden resultar menos conocidas al público generalista, podríamos destacar Un amigo para Frank, donde un robot, muy similar a los que existen en la actualidad, ayuda a un anciano que es víctima del paso del tiempo y la pérdida de la memoria. Por supuesto, no podría dejar pasar la oportunidad de resaltar uno de los papeles menos reconocidos de Robin Williams en El hombre bicentenario, donde da vida a un robot que evoluciona a medida que convive con su familia adoptiva.

La consciencia es la llave de una nueva especie

Quizás, este sea el aspecto que más miedo, a la vez que esperanza, ofrece al ser humano. No es que pensemos que las máquinas puedan volverse contra nosotros, sino que acaben siendo autosuficientes y nos nos necesiten. ¿Acaso te imaginas a Robocop pidiendo ayuda para combatir el crimen? Al igual que este ser cibernético, tampoco es necesario decir que tanto R2D2 como C3PO siempre han sido grandes escuderos de sus acompañantes galácticos, con su propia visión del mundo que les rodea.

¿Seremos testigos de la llegada de la robótica a niveles de estas películas?

Dos ejemplos más actuales, donde los robots adquieren consciencia de su situación, podríamos ubicarlos en la serie de televisión, inspirada en la película y el libro homónimos, Westworld, donde los robots son utilizados como pasatiempo por millonarios humanos. En Ex Machina, en cambio, una inspiradísima Alicia Vikander representa cómo, a pesar de ser una creación de un excéntrico científico, la humanidad puede abrirse paso en los circuitos y la inteligencia artificial de máquinas tan avanzadas. No será pronto el día en que tengamos estos ejemplos convertidos en realidad, pero las futuras generaciones se reirán de lo que imaginábamos siglos atrás.

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