Donald Trump señala una de las "armas de destrucción masiva" que está causando terror en Estados Unidos

La Casa Blanca declara la guerra al fentanilo y lo eleva a la categoría de 'arma de destrucción masiva', una controvertida decisión que traslada la crisis de los opiáceos desde la sanidad pública al campo de batalla militar

Donald Trump señala una de las "armas de destrucción masiva" que está causando terror en Estados Unidos
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante una rueda de prensa ante los medios de comunicación (RTVE)
Publicado en Ciencia

Más de ochenta personas han perdido la vida en el marco de una veintena de ataques ejecutados por las fuerzas estadounidenses contra embarcaciones sospechosas de transportar droga. Esta es la consecuencia directa de aplicar una lógica puramente militar a un problema de otra índole, una estrategia que el Gobierno de Estados Unidos parece dispuesto a intensificar.

De hecho, estas operaciones letales en el extranjero son el resultado de una decisión previa de Washington: la designación de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas. Aquella medida sirvió de justificación para desplegar una respuesta armada fuera de sus fronteras, sentando un precedente que ahora se expande a nuevas sustancias.

El choque entre la estrategia militar y la emergencia sanitaria

En esa misma línea, la administración de Donald Trump ha dado un paso más allá con una orden ejecutiva que eleva el fentanilo a la categoría de «arma de destrucción masiva» como si fuera literalmente un arma nuclear. Con esta decisión, el potente opioide sintético queda equiparado legalmente a una amenaza química o biológica, lo que otorga plenas competencias al Pentágono y al Departamento de Justicia para desmantelar sus redes de suministro a escala mundial.

Sin embargo, el argumento que esgrime la Casa Blanca para justificar esta drástica medida es la posibilidad de que la sustancia sea utilizada en ataques terroristas a gran escala genera un profundo escepticismo entre los especialistas. La mayoría de los expertos considera que este enfoque desvía la atención del verdadero problema, que no es otro que una grave crisis de salud pública, una visión que, según ha dicho en unas declaraciones públicas, exige centrarse en la prevención y el tratamiento de las adicciones.

Esta perspectiva sanitaria es fundamental para abordar crisis que, al igual que la amenaza de un implacable asesino de humanos que se vuelve resistente a los antibióticos, requieren soluciones basadas en la ciencia y la medicina.

Se trata, además, de una contradicción notable. Mientras el Gobierno estadounidense militariza la lucha contra el fentanilo, al mismo tiempo recorta recursos cruciales para el tratamiento de la dependencia. Esta política ahonda en el enfoque de seguridad nacional en detrimento de las herramientas sanitarias que, según los expertos, son las únicas verdaderamente efectivas para salvar vidas.

Por último, esta estrategia se apoya en el origen internacional del problema para reforzar otras líneas políticas. La Casa Blanca subraya que México es la principal fuente del fentanilo que entra en Estados Unidos, con precursores químicos procedentes de China. Un escenario que la administración Trump utiliza para vincular el narcotráfico con la inmigración y, así, endurecer su discurso fronterizo

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