El Muro de Adriano contuvo a los bárbaros, pero no a los parásitos. Esto es lo que padecían los soldados romanos allí destinados

La frontera mejor fortificada del Imperio escondía un problema sanitario persistente y difícil de combatir

El Muro de Adriano contuvo a los bárbaros, pero no a los parásitos. Esto es lo que padecían los soldados romanos allí destinados
El Muro de Adriano en una escena nevada
Publicado en Ciencia

Vigilar la frontera norte del Imperio romano no parece que fuese parte de una vida cómoda. Frío, lluvia constante, viento y aislamiento formaban parte del día a día de los soldados destinados a zonas junto al Muro de Adriano, durante el siglo III de nuestra era. Ahora, una investigación científica añade un enemigo más a esa lista de penalidades: parásitos.

Parásitos en la frontera del Imperio

Un reciente estudio, publicado en la revista científicia Parasitology, revela que los militares destinados en el fuerte romano de Vindolanda, situado al sur del Muro de Adriano, sufrían infecciones frecuentes por lombrices intestinales y por un protozoo microscópico, que causaba diarreas persistentes. Como imaginarás, el panorama era de tal malestar crónico que probablemente afectó a la salud y al rendimiento de las tropas.

Esta investigación se ha basado en el análisis de sedimentos recogidos en antiguos desagües y letrinas del complejo termal del fuerte. En total, los científicos estudiaron 58 muestras procedentes de canales, además de un sedimento extraído de un foso defensivo. En casi tres de cada diez muestras aparecieron huevos de gusanos redondos y tricocéfalos.

Un huevo de gusano redondo al microscopio

Un huevo de gusano redondo al microscopio

Estos son dos parásitos que se transmiten por la ingestión de agua o alimentos contaminados con restos fecales, además de por una higiene deficiente de las manos. Los investigadores utilizaron técnicas capaces de detectar proteínas producidas por organismos unicelulares y es así como identificaron rastros de Giardia duodenalis, un parásito microscópico que provoca diarreas, pérdida de peso y problemas de absorción de nutrientes. Su presencia sugiere que muchos soldados padecieron episodios prolongados de descomposición y malnutrición.

El hallazgo resulta especialmente llamativo porque los romanos contaban con infraestructuras avanzadas para su época. Vindolanda disponía de baños públicos, letrinas compartidas y sistemas de drenaje. Sin embargo, estas medidas no bastaron para frenar la propagación de los parásitos. El estudio apunta a que el uso colectivo de las instalaciones, el agua contaminada y la ausencia de conocimientos médicos eficaces facilitaron la transmisión de estas infecciones.

Huevo de tricocéfalo obtenido al analizar sedimentos del desagüe

Huevo de tricocéfalo obtenido al analizar sedimentos del desagüe

A pesar de que los médicos romanos sabían de la existencia de los gusanos intestinales, no se conocían tratamientos realmente efectivos. Estas infecciones, por tanto, no solo restaban calidad de vida, sino también capacidad física a los soldados destinados a una de las fronteras más exigentes del Imperio. Más allá de la disciplina e ingeniería romana, el cuerpo de los soldados libraba una batalla silenciosa que, en muchos casos, estaba perdida de antemano.

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