Hay un monstruo (literal) en las profundidades del Atlántico: es gigante, pero no hay nada que temer

Antiguas rocas volcánicas revelan cómo la Tierra almacena carbono durante millones de años sin que nadie lo haya notado hasta ahora

Hay un monstruo (literal) en las profundidades del Atlántico: es gigante, pero no hay nada que temer
El fondo del océano contiene secretos que aún están por descubrir
Publicado en Ciencia

En el fondo oceánico, lejos de nuestra especie y desconociendo lo que significa el cambio climático, existe un aliado colosal y silencioso que nos está ayudando a combatir las emisiones de dióxido de carbono. Un nuevo estudio científico ha demostrado que enormes acumulaciones de restos volcánicos están actuando como una gigantesca esponja natural de CO₂. Y lo más importante: están consiguiendo retenerlo durante decenas de millones de años.

El almacén de dióxido de carbono del fondo marino

La investigación, publicada en la revista científica Nature Geoscience, ha partido del análisis de muestras de roca formadas hace unos 60 millones de años y extraídas a gran profundidad del Atlántico Sur. Estos materiales proceden de antiguas erupciones submarinas, cuando el magma emergía desde las profundidades y se enfriaba rápidamente al contacto con el agua. Con el tiempo, se fueron creando grandes depósitos de fragmentos de lava, conocidos como brechas volcánicas.

Este estudio es el primero en demostrar que estas brechas no son simples restos geológicos, sino que son almacenes naturales de dióxido de carbono. Rosalind Coggon, autora principal del artículo y en declaraciones recogidas en el medio Science Daily, afirma que sabían desde hace tiempo que "la erosión en las laderas de las montañas submarinas produce grandes volúmenes de escombros volcánicos, conocidos como brechas, muy similares a las laderas de pedregal de las montañas continentales".

A través de perforaciones, los científicos consiguieron recuperar núcleos de este material. Tras analizarlos, una sorpresa se presentó ante ellos: "estos depósitos porosos y permeables tienen la capacidad de almacenar grandes volúmenes de carbono de agua de mar a medida que son cementados gradualmente por minerales de carbonato de calcio que se forman a partir del agua de mar a medida que fluye a través de ellos".

Este descubrimiento, cuyos datos proceden de la Expedición 390/393 del International Ocean Discovery Program, ayuda a comprender cómo la Tierra mueve y equilibra el carbono a lo largo de millones de años. Este gas no está solo presente en la atmósfera, sino que circula lentamente entre el interior del planeta, los océanos y el aire. En el fondo del océano, los volcanes submarinos liberan CO₂ desde las profundidades, pero ese mismo fondo marino también es capaz de absorber parte de ese carbono y almacenarlo en las rocas durante muchísimo tiempo.

Rosalind Coggon declara que “los océanos están cubiertos de rocas volcánicas que se forman en las dorsales oceánicas (...) esta actividad volcánica libera CO₂ desde las profundidades de la Tierra hacia el océano y la atmósfera". Sin embargo, el agua que circula durante millones de años por las grietas de estas lavas, reacciona con ellas y transfiere elementos entre el océano y la roca. Es este proceso el que elimina carbono del agua y el que lo almacena en minerales.

Durante las perforaciones en el Atlántico Sur, el equipo descubrió que estas brechas volcánicas contenían entre dos y cuarenta veces más CO₂ que otras lavas oceánicas analizadas hasta ahora. De hecho, la propia Rosalind Coggon compara esas brechas con "una esponja para el carbono en el ciclo del carbono a largo plazo". Los datos muestran que, mucho antes de la intervención humana, la propia Tierra ya había desarrollado mecanismos eficaces para regular el carbono del planeta.

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