La memoria oculta del cerebro: estos podrían ser los verdaderos guardianes de nuestros recuerdos
Una nueva hipótesis del MIT desvela las piezas clave en la gigantesca capacidad de almacenamiento del cerebro

Durante décadas, hemos concebido a unas células con forma de estrella como meros actores secundarios en el cerebro. Estas células son las encargadas de limpiar desechos, suministrar nutrientes y vigilar el flujo sanguíneo. Pero ahora, un nuevo estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences sugiere que estos acompañantes de las neuronas podrían ser protagonistas de uno de los mayores enigmas de la neurociencia: la excepcional capacidad de nuestro cerebro para almacenar recuerdos.
El cerebro humano podría almacenar más recuerdos gracias a unas células que siempre pasaron desapercibidas
La investigación, llevada a cabo por científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts, propone un modelo teórico en el que estas células, conocidas como astrocitos, desempeñan un papel activo en la codificación y el almacenamiento de la memoria. ¿La clave? Su capacidad para conectar simultáneamente con millones de sinapsis, mucho más allá de lo que permite la conexión entre dos neuronas convencionales.
Jean-Jacques Slotine, uno de los autores del estudio, ha asegurado en un reciente comunicado del MIT, que "originalmente, se creía que los astrocitos solo limpiaban alrededor de las neuronas, pero no hay ninguna razón en particular por la que la evolución no se dio cuenta de que, debido a que cada astrocito puede contactar cientos de miles de sinapsis, también podrían usarse para la computación”.
El equipo de investigadores, liderado por Dmitry Krotov, ha conseguido demostrar cómo los astrocitos podrían facilitar un sistema de almacenamiento mucho más eficiente. A diferencia de las redes neuronales tradicionales, el uso de redes de memoria asociativa permite manejar múltiples conexiones simultáneas, algo que sería difícil de explicar si solo participaran neuronas.
Aquí es donde los astrocitos entran en juego como intermediarios, siendo capaces de coordinar múltiples entradas sinápticas mediante señales de calcio y la liberación de gliotransmisores, unas sustancias químicas similares a los neurotransmisores, que son capaces de modificar la actividad neuronal. Según los investigadores, tratar a cada una de las prolongaciones de un astrocito como una unidad computacional permite maximizar la relación entre capacidad de almacenamiento y consumo energético.
De confirmarse, esta hipótesis no solo cambiaría nuestra comprensión de la memoria humana, sino que también abriría nuevas vías para la inteligencia artificial, inspirando algoritmos más eficientes y cercanos al funcionamiento biológico real. Dmitry Krotov sugiere, incluso, que estos mecanismos podrían generar un puente entre las memorias densas y los sistemas de atención de los modelos lingüísticos actuales, como los que se utilizan en inteligencia artificial generativa.
Jean-Jacques Slotine, finalmente, afirma que “si bien la neurociencia inicialmente inspiró ideas clave en IA, los últimos 50 años de investigación en neurociencia han tenido poca influencia en el campo y muchos algoritmos de IA modernos se han alejado de las analogías neuronales". Sin embargo, también asegura que "en este sentido, este trabajo puede ser una de las primeras contribuciones a la IA informada por investigaciones recientes en neurociencia".