La Tierra se prepara para su reto más difícil: acabar con los asteroides "asesinos" ¿cómo podemos enfrentar esta amenaza?
Sustos procedentes del espacio han provocado que agencias de todo el planeta confíen en un sistema global de vigilancia de objetos peligrosos que puedan cruzarse en nuestro camino
El 15 de febrero de 2013, los habitantes de la ciudad rusa de Cheliábinsk vivieron un evento que les hizo plantearse lo vulnerables que somos. Un asteroide del tamaño de un edificio entró en la atmósfera a más de 64.000 kilómetros por hora y explotó a unos 20 kilómetros de altura con una energía equivalente a decenas de bombas atómicas. La onda expansiva destrozó ventanas, dañó miles de edificios y dejó más de 1.500 heridos. Nadie murió, pero la comunidad científica se puso manos a la obra: hay que estar prevenidos ante futuros impactos cósmicos.
Los guardianes silenciosos del planeta
Un asteroide se convierte en una importante amenaza cuando su órbita se cruza con la nuestra. Lo más habitual es que estas rocas espaciales se desintegren a cierta altura, como sucedió en los eventos de Cheliábinsk o Tunguska, pero, aun así, puede provocar el caos. Sin embargo, que un objeto espacial alcance el suelo depende de su ángulo de entrada, de su composición y, sobre todo, de su tamaño.
Aquí es donde hablaríamos de los asesinos de ciudades, objetos de más de 140 metros capaces de borrar del mapa una ciudad entera. Y no son extraños para nosotros. Sin ir más lejos, en la famosa misión DART, pudimos acercarnos a Dimorphos, un asteroide de 160 metros, que podría abrir un cráter de kilómetro y medio. Entonces, la pregunta es: ¿qué estamos haciendo para estar prevenidos?
Podemos remontarnos al año 1998, cuando Estados Unidos encargó a la NASA identificar asteroides de al menos un kilómetro. Poco a poco, ese tamaño se fue reduciendo, hasta empezar la detección de objetos de hasta 140 metros. Desde entonces, se han conseguido catalogar más de 30.000 objetos cercanos a la Tierra gracias a telescopios como el de Monte Lemmon, que rastrea el cielo cada noche. En cuanto aparece uno nuevo, se compara con los catálogos existentes y se envían los datos al Minor Planet Center, ubicado en la Universidad de Harvard.
Sin embargo, en esta vigilancia participan astrónomos profesionales y aficionados. Uno de los referentes en este sector es la Planetary Society, que coordina la participación ciudadana. Por otro lado, Spacewatch, un programa creado en la Universidad de Arizona, realiza seguimientos de alta precisión a través de la medición de la posición de un asteroide varias veces cada minuto. Para rematar, el CNEOS de la NASA, el centro que analiza, predice y monitoriza el comportamiento de los asteroides cercanos a la Tierra, es capaz de calcular órbitas a largo plazo, evalúa riesgos y lanza alertas si detecta algo inquietante.
Aun así, existen asteroides que son tan oscuros que apenas reflejan luz, con lo que los telescopios terrestres no pueden verlos hasta que están demasiado cerca. Por eso la NASA lanzará, en los próximos años, el telescopio espacial NEO Surveyor. Esta herramienta integrará sensores infrarrojos que podrán detectar incluso esos esquivos objetos, a decenas de millones de kilómetros. Y tendrá como objetivo localizar dos tercios de los asteroides peligrosos pendientes de descubrir.
De acuerdo, imagina que podemos detectarlos todos, ¿qué sucedería si existe peligro de encuentro con nuestro planeta? Habría que aprender a desviarlos. La misión DART ya demostró que es posible, cuando una de sus sondas chocó contra Dimorphos y logró modificar significativamente su órbita. Esta fue la primera prueba real de defensa planetaria conocida, aunque muchos otros países, como es el caso de China, ya preparan sus propios ensayos.
Entre las ideas más destacadas, están sobre la mesa el uso de naves gigantes a modo de tractores gravitatorios, los motores de iones para empujar suavemente un asteroide o, incluso, utilizar cargas nucleares para modificar su rumbo. La moraleja es simple: la vigilancia constante del espacio no es ciencia ficción, sino una realidad en forma de red global real que intenta adelantarse al próximo intruso cósmico y que nos defiende de manera silenciosa.