Los anillos de este árbol tienen 2.000 años y nos cuentan una increíble historia sobre el clima
Un estudio desvela cómo los árboles milenarios del sureste de Estados Unidos narran los efectos del cambio climático a lo largo de siglos

Durante más de 2.500 años, los Taxodium distichum han crecido muchos pantanos del sureste de Estados Unidos. Son los vigilantes de sus ecosistemas y una especie de árboles gigantescos que hunden sus raíces en suelos inundados, sobreviviendo a tormentas, sequías e insectos manteniéndose firmes. Sin embargo, parece que su longevidad se ha visto alterada por un evento de hace más de mil años.
Los anillos secretos del ciprés calvo
Recientemente, hemos podido conocer un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, en el que se expone cómo los cipreses calvos han visto profundamente alterada su longevidad por cambios climáticos ocurridos hace más de un milenio. Para explicar este caso, tenemos que presentarte a un equipo multidisciplinar de investigadores, liderado por la Universidad Atlántica de Florida, que ha analizado 95 cipreses hallados en la desembocadura del río Altamaha, en Georgia.
Estos árboles, enterrados y conservados durante siglos, revelan en sus anillos algo más que edad: son periódicos naturales que nos cuentan cómo vivieron, crecieron y murieron bajo condiciones climáticas cambiantes. El hallazgo más inquietante sitúa el punto de inflexión alrededor del año 500 d.C., coincidiendo con un episodio climático global conocido como Mínimo Vándalo. Este es un período climático que siguió al Cálido Romano y que engloba una época de enfriamiento y sequía entre el 550 y el 800 c.C.
Antes de ese momento, los cipreses vivían de media 470 años. Después, su esperanza de vida cayó en picado a unos 186 años. Y aunque crecían más rápido, ese crecimiento acelerado parece haberlos hecho más vulnerables al estrés ambiental, a las tormentas y a las sequías. Una debilidad que duró hasta la Pequeña Edad de Hielo, entre 1200 y 1850 d.C., cuando los últimos árboles longevos desaparecieron del registro.
El estudio no encontró señales de incendios, tala o actividad humana que explique este declive. Parece, según los autores, que es el propio clima el que fue alterando sus condiciones de vida, con inundaciones menos regulares, una mayor salinidad o plagas mejor adaptadas a ambientes seco. Y todo ello sin que los árboles volvieran a recuperar su antigua vitalidad.
Katharine Napora, investigadora y autora principal del estudio, ha asegurado en el medio EurekAlert que "estos antiguos gigantes no solo inspiran asombro, sino que también sirven como archivos naturales, ayudando a los científicos a comprender cómo los árboles han resistido los fenómenos climáticos pasados y cómo podrían comportarse ante el cambio climático moderno" .
Lo fascinante es que algunos de estos cipreses calvos aún siguen en pie, con edades que van de los 800 a los 2.600 años. Podríamos definirlos como testigos vivos de nuestra historia climática, siendo, incluso, anteriores a la fundación del islam o al nacimiento del calendario maya. Y cada uno guarda, grabado en su tronco, un diario del clima que les vio crecer.