Los científicos estudian un hongo que devora la radiación. Podría ser clave para colonizar este planeta
Un hongo que crece cerca de la central nuclear de Chernóbil ha sido identificado como una de las soluciones que tendrá el ser humano para conquistar el espacio

Nuestro planeta alberga una diversidad asombrosa de formas de vida, muchas de las cuales han desarrollado estrategias únicas para prosperar en los entornos más hostiles imaginables. Desde las profundidades oceánicas hasta los desiertos áridos, la capacidad de adaptación es una constante asombrosa de la naturaleza. La aventura humana nos lleva a explorar nuevos límites, enfrentándonos a desafíos extremos que requieren soluciones innovadoras.
En ocasiones, la clave para superar estas barreras no reside únicamente en la tecnología avanzada, sino en observar y comprender los mecanismos de supervivencia desarrollados por la propia naturaleza en lugares insospechados y bajo condiciones extremas. Un descubrimiento reciente procedente de un entorno tristemente célebre subraya esta idea.
El inesperado aliado biológico para explorar el cosmos
Científicos han centrado su atención en un singular organismo hallado en las inmediaciones de la zona de exclusión de Chernóbil, un lugar sinónimo de desastre nuclear. Este hongo negro, identificado como Cladosporium sphaerospermum, ha demostrado una capacidad sorprendente: no solo sobrevive a los altos niveles de radiación, sino que parece alimentarse de ella, desafiando las nociones convencionales sobre la vida en ambientes contaminados, según apuntan desde National Geographic.
A fungus thriving in Chernobyl has stunned scientists by adapting to feed on nuclear radiation. Known as Cladosporium sphaerospermum, this black fungus uses melanin to convert harmful gamma radiation into energy, much like plants use sunlight. pic.twitter.com/hnDvBGEDNy
— Bluntly Put Philosopher (@SocraticScribe) May 26, 2025
Lejos de ser dañado por la energía ionizante presente en el área del accidente de 1986, este hongo parece utilizar esta energía para su crecimiento, prosperando en condiciones que son letales para la mayoría de los organismos. La clave de esta habilidad reside en un pigmento oscuro, la melanina, que parece capaz de absorber la radiación gamma y convertirla en una forma de energía útil para sus procesos biológicos.
Las implicaciones de esta excepcional capacidad son amplias, extendiéndose incluso más allá de la Tierra. La radiación cósmica es un riesgo primordial para las misiones espaciales tripuladas, especialmente para un futuro establecimiento humano en Marte. Un experimento llevado a cabo en 2020 en la Estación Espacial Internacional (ISS) confirmó que una capa de este hongo podía reducir significativamente los niveles de radiación circundante, actuando como un escudo biológico.
Esta protección natural sugiere la posibilidad de crear escudos vivientes para hábitats espaciales o desarrollar materiales protectores derivados de este organismo. Además de las aplicaciones cósmicas, investigadores exploran su uso en tratamientos médicos para mitigar los efectos de la radiación en pacientes o en el desarrollo de nuevos biomateriales capaces de interactuar con entornos radiactivos, abriendo un camino inesperado para la biotecnología aplicada.