No creerás lo que un turista pidió para "silenciar" a estas criaturas de Puerto Rico. Spoiler: indignó a todos

Una publicación en redes sociales levanta ampollas al intentar modificar el comportamiento de especies autóctonas de la isla caribeña

No creerás lo que un turista pidió para "silenciar" a estas criaturas de Puerto Rico. Spoiler: indignó a todos
Un coquí dispuesto a cantar en la noche puertorriqueña
Publicado en Ciencia

El canto nocturno del coquí da forma a la biodiversidad de Puerto Rico, aunque una reciente publicación en Reddit parece haber desatado una tormenta de indignación y un debate profundo sobre la convivencia entre culturas, la fragilidad de la biodiversidad y el espacio que ocupa el turismo en los ecosistemas. No se trató de una simple queja acerca del bullicio natural, sino de un intento por silenciar a un emblema nacional, por el simple hecho de que muchas personas creen tener la potestad de hacer lo que les plazca en cualquier momento y lugar.

Cuando el canto del coquí molesta a los turistas

La chispa saltó en el foro digital Reddit. Un visitante extranjero, oculto tras el alias Doodie-man-bunz, buscaba remedio para intentar acallar el sonido de los coquíes, que parece que perturbaban su sueño en un alojamiento de San Juan. Por si no lo sabes, estamos hablando de una pequeña rana endémica de Puerto Rico, conocida por su característico canto onomatopéyico que suena como "co-quí". Son anfibios nocturnos que habitan en los bosques tropicales y todo un símbolo cultural de la isla.

El usuario, que parece que ha eliminado su cuenta de Reddit y la publicación, pidió sobre un espray para poder descansar por la noche, mencionando, incluso, que otra pareja foránea le había sugerido la existencia de tal producto. La respuesta no se hizo esperar, transformándose en un vendaval en redes sociales. Los ciudadanos del país alzaron la voz, no solo en defensa del pequeño anfibio, sino para dejar claro cómo parte del turismo que recorre su geografía tiene un claro impacto sobre sus ecosistemas.

Y el revuelo no es para menos, dado que esta diminuta rana es un tesoro endémico de la isla. De sus diecisiete especies conocidas, tres ya se han extinguido y cuatro están luchando en el umbral del peligro del desaparición, según datos del Proyecto Coquí. Su característico sonido, que le da nombre, no es un capricho de la naturaleza, sino una llamada de los machos para delimitar su espacio y atraer a las hembras. Por tanto, silenciarlo es poner trabas a las nuevas generaciones.

Además, el coquí va más allá de la biología. Estamos hablando de un pilar cultural de Puerto Rico, inmortalizado en las melodías de artistas como Bad Bunny, aparece en la canción que te dejamos bajo estas líneas, y siendo un componente intrínseco de la biodiversidad puertorriqueña. El intento de apagar su voz, por tanto, fue percibido por muchos como una afrenta directa a la identidad de los nativos. Y no hablamos de un incidente aislado, sino de una terrible manera de entender el turismo.

La masificación turística y el fenómeno de la gentrificación está transformando el paisaje social y urbano de Puerto Rico. La llegada de capital extranjero encarece la vida y desplaza a las comunidades locales. Arturo Massol Deyá, biólogo de la Universidad de Puerto Rico, lo expresa con crudeza en las declaraciones recogidas en El País: “El que está en el lugar equivocado no es el coquí. El invasor es quien quiere cambiar el ecosistema a su gusto. Y de la misma forma que le quieren echar spray al coquí, lo echarían a los puertorriqueños”. Si esto no te da qué pensar, quizás tengas el mismo problema que

La controversia, más allá de su viralidad, plantea interrogantes fundamentales sobre el modelo turístico deseable. ¿Se busca un visitante que se integre con respeto al entorno o uno que pretenda moldearlo a su conveniencia? Rafael Joglar, biólogo y alma mater del Proyecto Coquí, aboga por la educación como antídoto: “Si el canto te molesta, ponte tapones de oído, no extermines una especie en peligro”.

El caso del turista que buscaba un interruptor para la naturaleza es una parábola moderna. Sirve como una señal de alarma sobre los riesgos de un turismo maleducado, cuyas acciones, por pequeñas que parezcan, pueden tener repercusiones en la biodiversidad y el tejido cultural de un pueblo. Puerto Rico no quiere aerosoles silenciadores, sino respeto. Porque el día que el último coquí calle, no solo se habrá perdido una especie, sino que se habrá extinguido una voz ancestral que aún canta la historia de su tierra.

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