Uno de los cuadros más icónicos esconde secretos más allá del arte: investigadores coreanos han dado con un hallazgo científico único en la pintura
La afición del autor del reconocido lienzo por la divulgación científica y su asistencia a charlas y demostraciones visuales influyeron en su obra más famosa

Cuando hablamos de arte lo solemos hacer desde un punto de vista más centrado en la estética, en lo sentimental, en la evocación de las emociones más profundas y de lo que puede remover por dentro a quien disfruta de él. Lo que está por ver todavía es si el arte generado con inteligencia artificial será capaz de evocar tanto como lo hacen las obras tradicionales.
También en cuanto al arte hay que hablar de la visión tan adelantada de los artistas, de su capacidad de comprender los avances en diferentes materias y de cómo lo recogen de manera muy sutil en su obra. Tan sutil que tienen que pasar más de cien años para que un estudio sea capaz de revelar los secretos de uno los cuadros más reconocidos de la historia pictórica, esa a la que no parece que vaya a entrar el trabajo de esta inteligencia artificial con el cuadro "La joven de la perla", de Johannes Vermeer.
La obra más reconocida de Gustav Klimt, a examen
Esto ha sucedido con el estudio realizado sobre la obra “El Beso”, de Gustav Klimt, por un equipo interdisciplinar que ha publicado sus conclusiones en el Journal of Korean Medical Science. En dicho estudio el equipo confirma que Klimt incorporó de forma intencionada en su obra elementos cuya semejanza con los glóbulos rojos es indiscutible. Con ellos el pintor austriaco buscaba tanto un papel estético en su obra como que estos elementos fueran capaces de “transmitir simbolismo anatómico y profundidad emocional”, tal como detalla el informe de los miembros del equipo.
Pero ¿de dónde sacó Klimt los conocimientos necesarios para servirse de estos elementos en su obra más referenciada? De su propia inquietud intelectual. Klimt vivió el comienzo del siglo XX en Viena, epicentro de movimientos que recorrían de forma transversal todas las esferas del conocimiento. En su curiosidad se acercó al anatomista y divulgador Emil Zuckerkandl y asistió a presentaciones en las que mostraba imágenes microscópicas de tejidos humanos que fueron inspiración para Klimt.
Lo que buscaba Klimt incluyendo estas figuras es algo que obviamente solo podría saber el artista, pero la interpretación a la que se abre su tela tras este descubrimiento es a llevar su obra un paso más allá de ese beso, a ese espectro en el que también entrarían la vitalidad que imprimen los glóbulos rojos al transportar el oxígeno y a la fertilidad como desenlace de ese todo que se inicia con el beso.
El estudio llevado a cabo por el equipo liderado por Hyunmi Park se titula Análisis médico-artístico de los glóbulos rojos en «El beso» de Gustav Klimt y se ha basado en una metodología en la que se ha tenido en cuenta una revisión del contexto científico e histórico y se ha realizado un estudio experimental para detallar la percepción de los espectadores con la obra, todo ello bajo el amparo ético del Comité de Revisión Institucional de la Facultad de Medicina de la Universidad de Corea. Con ello queda de relevancia que la ciencia y el arte transcurren por caminos que, aunque parezcan paralelos, acaban teniendo siempre un cruce.