Viajar al espacio no es tan caro como piensas, o al menos así lo demuestran estas dos compañías privadas
Un experimento entre dos pequeñas empresas estadounidenses abre la puerta a una nueva era de transporte y mantenimiento espacial
Durante décadas, acercar dos naves en el espacio había sido una proeza reservada a agencias estatales y presupuestos astronómicos. Hoy, esa frontera empieza a desaparecer y todo tiene que ver con dos startups espaciales, que han demostrado que es posible realizar maniobras complejas de encuentro orbital sin disparar los costes ni recurrir a un hardware extremadamente sofisticado.
Las maniobras en órbita se están abaratando
La historia arranca en enero de este año, cuando un pequeño vehículo espacial de la empresa californiana Impulse Space fue lanzado al espacio a bordo de un cohete Falcon 9. Se trataba de Mira, un vehículo de transferencia orbital diseñado para transportar y desplegar pequeños satélites. Tras liberar varios CubeSats, Mira ejecutó una serie de maniobras para probar sus capacidades. Era su segundo vuelo y la compañía quería exprimirlo al máximo.
El giro inesperado llegó meses después, cuando Impulse Space cedió el control de la nave a la startup Starfish Space. Y esto no fue un simple relevo de mandos, ya que Starfish Space había instalado su propio software en el vehículo espacial. El objetivo era probar que una nave podía acercarse a otra de forma totalmente autónoma, sin órdenes desde tierra y sin sensores complejos. Solamente hacía falta una cámara y un software capaz de interpretar lo que veía y tomar decisiones en tiempo real.
El blanco elegido hacía el desafío aún más delicado. Era el primer Mira, lanzado en noviembre de 2023, un vehículo que ya no tenía combustible y que no podía orientarse por sí mismo. Aun así, sus paneles solares le permitían comunicarse de forma intermitente con los ingenieros en tierra. Cuando el nuevo Mira se aproximó a 20 kilómetros, los operadores humanos cedieron el control al ordenador de a bordo.
A partir de ese momento, el software de Starfish Space asumió el mando. Analizó la posición del objetivo, ajustó la trayectoria y fue reduciendo la distancia de forma progresiva y segura, hasta situarse a apenas 1.250 metros. Todo el proceso se realizó sin intervención humana directa, validando que un sistema ligero, barato y autónomo puede ejecutar una de las maniobras más complejas del vuelo espacial.
Evidentemente, esta no era la primera vez que se realizaba un encuentro orbital. La NASA y la Unión Soviética ya lo hacían en los años sesenta y en 2020, la empresa Northrop Grumman logró acoplar su nave MEV-1 a un satélite a 36.000 kilómetros de la Tierra. Sin embargo, aquellas misiones requerían naves grandes, sensores complejos y costes muy elevados.
Starfish Space apuesta por todo lo contrario: simplicidad y precio contenido. Su futura nave Otter, con un tamaño similar al de un horno, debutará el próximo año con una misión que tiene como objetivo proporcionar propulsión adicional a un satélite de la compañía SES. Y dicha misión costará unas diez veces menos que las alternativas actuales. Por tanto, ciertas maniobras en el espacio no tiene por qué ser caro. Solo hace falta ingenio y apostar por nuevas ideas.