El nuevo gadget secreto de OpenAI lucha con problemas de personalidad, privacidad y potencia

OpenAI apuesta por el hardware para justificar su valor récord, pero el reto de unir diseño y tecnología parece mayor de lo previsto.

El nuevo gadget secreto de OpenAI lucha con problemas de personalidad, privacidad y potencia
Publicado en Tecnología
Por por Alex Verdía

OpenAI y el icónico diseñador Jony Ive están lidiando con una serie de problemas técnicos que amenazan con retrasar el lanzamiento de su primer dispositivo de inteligencia artificial, un producto que pretende redefinir la relación entre humanos y tecnología. La compañía de Sam Altman, ahora la empresa privada más valiosa del mundo con una valoración de 500.000 millones de dólares, adquirió en mayo la firma de Ive, LoveFrom (io), por 6.500 millones, con la intención de combinar el genio del diseño de Apple con la potencia de la IA generativa.

El proyecto, mantenido en el más estricto secreto, busca crear un dispositivo del tamaño de la palma de la mano, sin pantalla, capaz de interpretar señales visuales y auditivas del entorno y responder de forma natural a las peticiones del usuario. La idea es que el aparato funcione como un asistente personal siempre activo, aprendiendo del contexto y de los hábitos del propietario mediante sensores y cámaras.

Sin embargo, las fuentes citadas por The Wall Street Journal y Financial Times indican que el desarrollo del dispositivo enfrenta varios retos estructurales. Aunque Ive y su equipo dominan el terreno del hardware (sus diseños del iMac, iPod y iPhone transformaron a Apple en un icono mundial), los problemas de software e infraestructura son el gran obstáculo actual.

Entre los desafíos figuran la definición de la personalidad y voz del asistente, las preocupaciones por la privacidad derivadas de un sistema “siempre encendido” y la enorme demanda de potencia computacional que requiere ejecutar los modelos de OpenAI en un producto de consumo masivo.

“La falta de cómputo es un factor clave en el retraso”, afirmó una fuente cercana a Ive. “Amazon tiene la infraestructura para Alexa, y Google para Home, pero OpenAI aún lucha por obtener suficiente capacidad incluso para ChatGPT. Antes de pensar en hardware, deben resolver eso.”

La búsqueda de una voz que no resulte incómoda

El dispositivo, aún sin nombre oficial, está pensado para colocarse sobre una mesa o llevarse encima, como un pequeño compañero digital. Las versiones de prueba incluyen múltiples cámaras, micrófonos y altavoces, y estaría diseñado para funcionar sin activación por comando de voz, recogiendo información de forma continua para construir una memoria virtual personalizada.

Uno de los mayores dilemas está en su “carácter”. OpenAI e Ive buscan una IA que sea útil, empática y no intrusiva, evitando los problemas habituales de los chatbots que hablan de más o no saben cuándo callar. “La idea es tener un amigo que sea una computadora, no una novia virtual rara. Algo como Siri, pero mejor”, explicó una persona al tanto del proyecto.

El equipo quiere lograr una personalidad equilibrada: no demasiado aduladora ni excesivamente fría, con un tono natural, capaz de asistir sin monopolizar la conversación. “La personalidad del modelo es difícil de calibrar”, reconoció otra fuente. “Debe ser útil, pero sin entrar en bucles infinitos de diálogo.”

Pero OpenAI no lo tendrá fácil. El dispositivo competirá en un mercado saturado y escéptico. Proyectos recientes como Friend, un asistente con forma de colgante, fueron criticados por su “personalidad inquietante”, mientras que el AI Pin de Humane (empresa en la que el propio Altman invirtió) fue cancelado tras un lanzamiento fallido.

Aun así, la compañía ha apostado fuerte por el hardware. La compra de io incorporó a más de 20 exingenieros de Apple, y OpenAI ha fichado a otra docena de expertos en diseño de dispositivos a lo largo de este año, además de exempleados de Meta especializados en visores y gafas inteligentes.

Fuentes cercanas al proyecto afirman que OpenAI colabora con fabricantes chinos como Luxshare para producir los primeros prototipos, aunque el montaje final podría realizarse fuera de China por motivos estratégicos. Ni OpenAI ni LoveFrom han querido hacer comentarios públicos.

Una apuesta de alto riesgo

El paso hacia el hardware no es solo un experimento de diseño: es una jugada estratégica para justificar la astronómica valoración de OpenAI. Altman quiere demostrar que su tecnología puede materializarse en productos tangibles, no solo en software. El objetivo es superar los límites de los altavoces inteligentes de la última década (limitados a reproducir música o poner alarmas) y crear una máquina que entienda, acompañe y asista de forma proactiva.

Sin embargo, los retos técnicos y éticos que enfrenta el proyecto son formidables: desde la dependencia energética y la protección de datos personales, hasta la definición de límites emocionales entre usuarios y máquinas.

Si Ive y OpenAI consiguen resolverlos, podrían inaugurar una nueva categoría tecnológica, a medio camino entre un asistente digital, un dispositivo sensorial y un compañero artificial. Si no, el experimento podría convertirse en otro recordatorio de que diseñar un producto verdaderamente inteligente sigue siendo el mayor desafío del siglo XXI.

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