La multimillonaria carrera por construir las infraestructuras de la inteligencia artificial

Stargate y otros proyectos marcan el rumbo de la próxima década en infraestructura de IA

La multimillonaria carrera por construir las infraestructuras de la inteligencia artificial
Publicado en Tecnología
Por por Alex Verdía

El auge de la inteligencia artificial no solo está transformando cómo usamos la tecnología en nuestro día a día, también está reconfigurando las entrañas de la industria tecnológica a un nivel nunca visto. Cada vez que hablamos de entrenar un modelo o de ofrecer un servicio impulsado por IA, detrás hay un consumo descomunal de potencia de cálculo, servidores y, sobre todo, energía. Según el propio Jensen Huang, CEO de Nvidia, el gasto global en infraestructuras de IA alcanzará entre 3 y 4 billones de dólares antes de que acabe esta década. Se trata de una cifra colosal que no solo ilustra la magnitud del fenómeno, sino también la presión que ya se está ejerciendo sobre las redes eléctricas y la capacidad mundial de construcción de centros de datos.

La carrera por levantar el futuro de la IA

El primer gran movimiento de esta historia moderna lo protagonizó Microsoft en 2019, cuando invirtió mil millones de dólares en OpenAI, que entonces aún era vista como una prometedora organización sin ánimo de lucro. Aquella alianza, con Azure como plataforma exclusiva para entrenar modelos, no solo dio un impulso decisivo a OpenAI, sino que marcó el camino para otras compañías: la nube se convirtió en el pilar imprescindible para sostener el crecimiento de los modelos de lenguaje. Años más tarde, la inversión de Microsoft se disparó hasta los 14.000 millones, aunque la relación con OpenAI se ha ido enfriando y la empresa de Redmond ya explora otros modelos para alimentar sus productos.

Ese precedente abrió la puerta a acuerdos gigantescos en el sector. Amazon puso 8.000 millones en Anthropic, adaptando incluso su hardware para mejorar el entrenamiento de modelos. Google, por su parte, ha tejido alianzas con startups más pequeñas, como Lovable o Windsurf, posicionando a su nube como socio preferente. Incluso OpenAI diversificó sus apoyos al aceptar un acuerdo de 100.000 millones con Nvidia, asegurándose acceso prioritario a las GPUs que dominan el mercado del cómputo intensivo.

En paralelo, Oracle ha vivido un ascenso meteórico como actor clave de este nuevo mapa. Primero sorprendió con un contrato de 30.000 millones de dólares en servicios en la nube para OpenAI, cifra que ya superaba con creces sus ingresos anuales por esa división. Y poco después, en septiembre de 2025, anunció un acuerdo aún más desorbitado: 300.000 millones de dólares a cinco años, que comenzará en 2027. El anuncio hizo subir su cotización hasta el punto de colocar brevemente a Larry Ellison como el hombre más rico del planeta. Aunque nadie ignora que esas cifras se basan en expectativas de crecimiento más que en realidades inmediatas, el golpe de efecto ha bastado para consolidar a Oracle en el podio de las grandes infraestructuras de IA.

Pero no todo se reduce a contratos. También está en marcha una carrera por levantar centros de datos de escala nunca vista. Meta, por ejemplo, ha anunciado que destinará 600.000 millones a infraestructuras en Estados Unidos hasta 2028. Una parte irá a acuerdos con proveedores de nube, pero lo más llamativo son sus proyectos propios: el megacentro Hyperion en Luisiana, con 2.250 acres y una potencia estimada de 5 gigavatios, alimentado en parte por energía nuclear; y Prometheus, en Ohio, que dependerá del gas natural. Estos proyectos ilustran el dilema central: el músculo tecnológico crece, pero también lo hacen las dudas sobre el impacto ambiental y la sostenibilidad de estas instalaciones. El ejemplo del centro de xAI en Tennessee, que ya es uno de los mayores emisores de contaminantes del condado, es una señal de alarma difícil de ignorar.

A esta fiebre de construcciones se sumó un anuncio con tintes de epopeya: el proyecto Stargate, presentado por Donald Trump al inicio de su segundo mandato, en alianza con SoftBank, Oracle y OpenAI. La promesa: invertir 500.000 millones en levantar la mayor infraestructura de IA de la historia. Aunque la retórica inicial hablaba de eliminar cualquier obstáculo regulatorio y de liderar la era de la inteligencia artificial desde suelo estadounidense, pronto aparecieron las dudas sobre la viabilidad financiera. Con todo, el plan avanza y ya se están construyendo ocho centros en Abilene, Texas, cuya finalización está prevista para 2026.

El panorama, por tanto, está marcado por cifras mareantes, proyectos que rozan lo utópico y un trasfondo de inquietudes que no se pueden obviar. La inteligencia artificial necesita cimientos gigantescos para sostenerse, pero esos cimientos se están levantando a costa de recursos energéticos y con un impacto ambiental que preocupa cada vez más. Si la primera oleada del boom de la IA se centró en mostrar lo que los modelos podían hacer, la segunda oleada está dejando claro lo que cuestan, y no solo en dinero. El futuro dependerá de encontrar un equilibrio entre innovación, sostenibilidad y confianza, porque sin él el sueño de la inteligencia artificial podría convertirse en una carga demasiado pesada para el planeta.

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