Tras casi 60 años «muerto», este satélite ha intentado contactar de nuevo con la Tierra
Aunque el pulso fue muy breve, fue muy potente, alcanzando los 300 kJy de pico

A finales de enero de 1964, la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos) lanzó el Relay 2, que fue un satélite experimental de comunicaciones. Diseñado como sucesor del Relay 1 para pruebas de retransmisión televisiva y monitoreo de los cinturones de radiación Van Allen en órbita media, su misión fue muy breve: operó hasta finales de 1965, y dos años más tarde, en 1967, sus transpondedores dejaron de funcionar por completo.
Sin embargo, en junio de 2024 (hace poco más de un año), el ASKAP (Australian Square Kilometer Array Pathfinder, el Pathfinder de matriz de kilómetros cuadrados de Australia en español) captó algo bastante extraño. Mientras realizaba una búsqueda rutinaria de ráfagas rápidas de radiofrecuencia (FRB), el conjunto de 36 antenas parabólicas captó un pulso tan potente que opacó temporalmente todo lo demás en el cielo.
Los científicos se extrañaron todavía más cuando descubrieron que la fuente no estaba a millones de años luz, sino a apenas unos 4.500 kilómetros de la superficie terrestre, en órbita baja. Ese pulso pertenecía al Relay 2, declarado inactivo desde 1967. Tras casi seis décadas sin dar señales de vida, algo de la «devolvió».
Los investigadores barajan dos posibilidades. Ninguna supone nada «extraordinario»
El pulso del Relay 2 tuvo una duración extremadamente breve, de menos de 30 nanosegundos, aunque muy potente (alcanzó los 300 kJy de pico). Los astrónomos, anonadados, barajaron dos hipótesis para explicar el suceso. La primera está relacionada con una descarga electrostática. La segunda, con una colisión con un micrometeorito.
En cualquiera de los dos casos, el pulso no fue un intento deliberado de transmisión, sino un evento físico intenso y puntual. Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada del Relay 2, reforzando la teoría de que fue un «accidente». Un grupo de científicos explicó en un recientemente aceptado estudio para su publicación en The Astrophysical Journal Letters, publicado en ArXiv que:
La carga de las naves espaciales en órbita debido a las interacciones con el entorno espacial ha sido un fenómeno bien conocido desde los inicios del programa espacial. La acumulación de electrones e iones puede provocar grandes diferenciales de voltaje entre las superficies de las naves espaciales, y entre estas y los plasmas espaciales
El Relay 2, tras finalizar su misión, fue desorbitado a una órbita cementerio, que es una zona espacial designada donde no interfieren con otros satélites operativos. Otro de los objetivos es evitar la generación de basura espacial cerca del cielo terrestre. Para los satélites en órbita geoestacionaria o geosíncrona, la órbita cementerio estaría unos pocos cientos de kilómetros sobre la órbita operacional.
El traslado desde la órbita geoestacionaria hasta la órbita cementerio requiere una cantidad de combustible tal como la que necesitaría durante aproximadamente tres meses para el mantenimiento de su posición en estación, además de un control fiable de la orientación durante la maniobra de la transferencia.