Vuelta alto y muy rápido. Este nuevo dron espía chino es lo último en tecnología militar

China da un nuevo golpe en la carrera tecnológica militar con el primer vuelo de su dron espía CH-7, un ala volante furtiva diseñada para el reconocimiento a gran altitud que busca emular a su homólogo estadounidense, el RQ-180

Vuelta alto y muy rápido. Este nuevo dron espía chino es lo último en tecnología militar
El dron chino CH-7 durante un vuelo de prueba en un aeródromo del ejército (The War Zone)
Publicado en Defensa

El tablero geoestratégico mundial tiene un nuevo actor, y llega desde el aire. China ha confirmado su capacidad para desarrollar sistemas militares de vanguardia, un ámbito que hasta hace muy poco parecía reservado a un selecto club de potencias. Con el desarrollo de su nuevo dron furtivo, Pekín no solo moderniza sus fuerzas armadas, sino que lanza un pulso directo a la supremacía tecnológica de los Estados Unidos en un sector clave para la defensa del futuro. Este dron es solo una pieza más en el ambicioso programa de modernización militar del país, que también incluye la presentación de un nuevo avión diseñado para rivalizar directamente con Estados Unidos.

De hecho, este movimiento sitúa al gigante asiático en una posición mucho más competitiva frente a Washington. La nueva aeronave china encuentra su homólogo estadounidense más cercano en el RQ-180 de Northrop Grumman, uno de los aparatos más secretos del arsenal norteamericano. La capacidad de Pekín para poner en el aire una tecnología de esta complejidad altera el equilibrio de poder y evidencia una estrategia clara de proyectar su influencia militar más allá de sus fronteras. Esta capacidad de proyección se ve reforzada por otros avances, como demuestra el reciente despegue de su avión de combate más moderno, una tecnología clave para sus portaaviones.

El espía silencioso del gigante asiático

En este contexto, el protagonista de este salto tecnológico es el CH-7, un proyecto de la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China (CASC) que acaba de completar con éxito el primer vuelo de prueba. Este hito ha servido para validar tanto su diseño aerodinámico como sus sistemas de control básicos. El programa avanza según lo previsto para dotar a su ejército de una plataforma de gran altitud y larga duración, cuyas misiones principales serán la vigilancia y el reconocimiento, de acuerdo con lo recogido por Global Times.

Por otro lado, la concepción del CH-7 se aleja de la idea de un dron de combate al uso. Su velocidad subsónica impide que funcione como un «wingman» o escolta de cazas tripulados. Su verdadera función es otra: operar como un ojo sigiloso e indetectable en la estratosfera, sobrevolando espacio aéreo hostil para designar objetivos para misiles y otras armas de largo alcance sin ser visto.

Asimismo, su diseño es una declaración de intenciones. La configuración de ala volante sin cola no es una decisión estética, sino una solución de ingeniería orientada a maximizar el sigilo. Para ello, incorpora características avanzadas como una toma de aire dorsal y un escape de gases semioculto. Además, el uso generalizado de materiales compuestos que absorben las ondas electromagnéticas está pensado para dificultar enormemente su detección por parte de los radares enemigos. El enfoque en la tecnología de sigilo no es un hecho aislado, ya que se han descubierto recientemente otros vehículos no tripulados chinos con características furtivas.

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