Fabricar biocombustibles ha sido un enorme fracaso, o al menos eso dice este estudio

Parece que las políticas energéticas basadas en maíz y soja agravan la crisis climática, agotan los recursos y benefician solo a una élite

Fabricar biocombustibles ha sido un enorme fracaso, o al menos eso dice este estudio
La industria de los biocombustibles en Estados Unidos está en entredicho
Publicado en Ciencia

Un reciente informe, publicado en la página web del Instituto de Recursos Mundiales, revela que las políticas que durante dos décadas han promovido los combustibles a base de maíz y soja no solo han fracasado en sus objetivos energéticos, sino que agravan la crisis climática. Esto se debe a que degradan los recursos hídricos y concentran los beneficios económicos en unas pocas manos. O lo peor de todo: está financiado por el contribuyente.

El aparente fracaso de los biocombustibles en Estados Unidos

Durante los últimos veinte años, el paisaje agrícola del Medio Oeste de Estados Unidos se ha transformado bajo la promesa de una energía más limpia. Sin embargo, el contundente informe, basado en ciencia y la opinión de expertos en la materia, advierte que los biocombustibles de primera generación, lejos de ser una solución, se han convertido en parte del problema.

El análisis refleja una alarmante desproporción: entre el 30% y el 40% de todo el maíz estadounidense se destina a producir apenas el 6% de la energía para el transporte del país, lo que supone un uso poco eficiente de tierras y recursos, que tiene graves consecuencias. Este documento, por desgracia, desmantela el mito de que estos combustibles son ecológicos. Al contrario, su producción masiva impulsa el cambio en el uso del suelo a nivel global, lo que paradójicamente resulta en un aumento neto de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La necesidad de dedicar grandes extensiones de cultivo a la producción de energía desplaza a los cultivos destinados a la alimentación, amenazando la seguridad alimentaria y aumentando la volatilidad de los precios de los alimentos. Eso sí, el impacto medioambiental no termina ahí. Con el fin de sostener la industria de los biocombustibles, se hace necesaria una intensificación agrícola, que contribuye directamente a la contaminación del agua por nitratos y otros productos químicos, así como a un notable estrés hídrico en regiones ya vulnerables.

Esta degradación de los ecosistemas, según el informe, hace que las comunidades del Medio Oeste sean menos resilientes a los efectos del cambio climático, como las sequías extremas o las inundaciones. Estamos, por tanto, ante un modelo profundamente desigual, donde los beneficios económicos se concentran en un pequeño grupo de grandes productores y empresas. Mientras tanto, los costes recaen sobre los contribuyentes y los pequeños agricultores.

Ahora, parece que Estados Unidos se encuentra en una encrucijada, debido al interés de la industria de la aviación en los biocombustibles. Por eso, el informe insta a los legisladores a redirigir los esfuerzos hacia alternativas verdaderamente sostenibles. Entre las soluciones propuestas destacan la promoción de una agricultura climáticamente inteligente, el desarrollo de biocombustibles avanzados a partir de residuos agrícolas no alimentarios y una mayor inversión en otras formas de energía limpia que sirvan, de manera más eficaz, tanto a las personas como al planeta.

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