Las tierras raras que quieren Estados Unidos y China se convierten en un negocio ilegal en este país
El auge de las tierras raras atrae a miles de trabajadores, pero deja tras de sí contaminación, accidentes y comunidades debilitadas
Un joven birmano decidió viajar desde su pueblo hasta las montañas del Estado Shan, en el este de Myanmar, atraído por los rumores de que en las nuevas minas de tierras raras, controladas por la United Wa State Army, la organización armada más poderosa del país, se pagaban sueldos altos. En un país hundido tras el golpe de Estado de 2021, poder ganar hasta 1.400 dólares al mes parecía todo un golpe de suerte. Sin embargo, al llegar descubrió que la realidad estaba muy lejos de lo que había escuchado.
La nueva fiebre de las tierras raras arrasa Myanmar
Sian, el joven birmano, terminó trabajando por unos 21 dólares al día y tuvo que abrir agujeros, colocar tuberías y trabajar con líquidos ácidos que se inyectan en la montaña para extraer metales usados en coches eléctricos, turbinas eólicas y equipamiento militar. Después, la mezcla se recoge en balsas y se quema hasta obtener un polvo seco. Como puedes leer, este es un proceso rudimentario, poco transparente y peligroso.
La demanda mundial de tierras raras ha disparado la extracción en Myanmar, que se ha convertido en un país donde se asumen los daños para abastecer a China. Dado que esta última nación ha limitado la minería dentro de su territorio por su impacto ambiental, la actividad se ha desplazado a la frontera birmana. Los datos de aduanas chinas indican que hasta dos tercios de sus importaciones de tierras raras entre 2017 y 2024 llegaron desde Myanmar.

Mina de tierras raras en la región de Chipwi
En esas zonas no hay un control real. Periodistas y activistas describen, tal y como podemos leer en la investigación publicada por la Universidad de Warwick, un entorno donde empresas chinas trabajan junto a ejércitos étnicos para extraer y mover el mineral, mientras las comunidades locales apenas son relevantes. Tras décadas de conflicto, muchos territorios dependen de esta actividad para vivir, aunque el daño ambiental y humano no deja de aumentar.
El patrón se repite en Shan y Kachin, dos estados del norte y este de Myanmar donde se talan bosques para abrir minas, donde los vertidos ácidos contaminan ríos y las laderas, debilitadas, se vienen abajo con la lluvia. En 2023 y 2024 murieron, o desaparecieron, decenas de trabajadores en estos derrumbes. Este año, un minero quedó enterrado y solo apareció cuando las lluvias arrastraron la tierra.

Tierras de cultivo abandonadas cerca de sitios de extracción de tierras raras en Myanmar
Las enfermedades se acumulan, dando lugar a problemas respiratorios, irritaciones cutáneas y quemaduras químicas. Las familias de las aldeas cercanas hablan de niños y ancianos enfermos, ganado afectado y agua que ya no se puede beber ni usar para la agricultura. Estudios recientes, además, detectaron niveles extremos de metales pesados y elementos radiactivos en ríos y suelos, incompatibles con cualquier uso humano sin un tratamiento exhaustivo.
A pesar de que estos minerales son clave para la energía del futuro, en Myanmar se extraen sin apenas normas. Thaw Htoo, doctoranda en geografía y sostenibilidad en la Universidad de Lausana y que trabaja con un seudónimo por motivos de seguridad, afirma que los minerales críticos no pueden gestionarse pensando solo en asegurar el suministro: también hay que proteger a la gente y al entorno que los hace posibles. Una alerta que, de momento, pocos están escuchando.